QUID N° 13- Setiembre 2004
 

Abuso constante, más allá de la muerte
Gula hasta la tumba

por FRITZ DU BOIS

El régimen de pensiones públicas de la 20530 es absurdo por sus excesivos beneficios y anacrónicas condiciones. Este dorado sistema permite que sus jubilados sean los únicos en el mundo que reciban exactamente lo mismo que el trabajador activo en el último puesto que ocuparon. También tiene el machista condicionamiento de otorgar generosamente a viudas e hijas solteras el 100% de la pensión, pero siempre y cuando no se casen, a fin que el empleado público se vaya tranquilo a la tumba. Esto, sin embargo, lo convierte en la practica en el más abierto incentivo financiero a la “vida en pecado”, ya que formalizar cualquier futuro compromiso les significaría una considerable pérdida de ingresos.
Mentiras con gancho
La falta de voluntad por cerrar la 20530 mal disimulada por supuestos cuestionamientos técnicos a la reforma constitucional por parte de los beneficiarios de la Cédula Viva en el Congreso o de los correligionarios de muchos otros ya jubilados -los cuales representan la crema y nata de esta privilegiada población, ya que de 503 pensionistas que ganan más de S/. 8,000, el 60% son ex congresistas- ha vuelto ha poner en evidencia a un Estado que se auto-otorga insostenibles beneficios con la despreocupada actitud de aquel que sabe que el problema lo tendrá otro. En este caso, el pobre contribuyente a quien le pasan siempre la factura final por los irresponsables actos que realizan los gobernantes de turno.


En el Perú, de tanto repetirse constantemente mentiras y medias verdades, la gente termina creyéndolas. Como, por ejemplo, el que la carga tributaria sea baja cuando tenemos tasas que son más altas que las europeas como el Impuesto a la Renta de 33%, el IGV de 19% y el ISC a los combustibles. Sin embargo, los servicios públicos en el Perú son de calidad haitiana, que dicho sea de paso es el único país en toda Latinoamérica al que superamos en educación pública. De cualquier manera, estamos camino a corregir esta última situación, ya que con la perseverancia del Sutep para impedir la evaluación de profesores, negar cualquier posibilidad de incentivar al creativo o al esforzado y seguir politizando el sector, muy pronto hasta Haití nos superará y ocuparemos el primer lugar… al final de la tabla.

Otra mentira que se repite con insistencia es aquella que dice que el Estado peruano es pequeño. En realidad con la enorme informalidad que existe en nuestro mercado laboral - que lleva a que de 12 peruanos en edad de trabajar, sólo 4.5 tengan empleo formal y de éstos últimos, 1.5 trabaje para el Estado-, significa que por cada peruano y medio que está pagando impuestos en una planilla privada formal, hay un burócrata al cual sostener. Ese ratio de trabajadores públicos versus privados no se da en ninguna parte del mundo; ni siquiera se dio en el peor momento de la Unión Soviética.
La última batalla
Pero la más clara representación de la insaciable gula estatal la da la mala utilización que hacen los gobiernos de los recursos públicos. Ya no solamente los pocos contribuyente que existimos aguantamos una excesiva carga tributaria sin recibir absolutamente nada a cambio, sino que la situación solamente puede empeorar, ya que el gasto está cada día más concentrado en planillas, habiendo el Estado prácticamente abandonado toda inversión. Como resultado, dentro de pocos años, el 100% de nuestros impuestos irá a parar exclusivamente a financiar la burocracia estatal, la cual el día que no pueda exprimirnos más, recurrirá a algún otro mecanismo de extorsión o intentará revertir el rol empresarial estatal para ampliar su control sobre la economía y de esa manera agenciarse recursos adicionales.

El debate para cerrar la 20530 no es un tema únicamente fiscal ni se trata sólo de intentar corregir la inequidad previsional. Es la última y vital batalla antes del colapso total del aparato estatal. Si se logra ganar, se daría un paso fundamental, ya que sería el primer desprendimiento que harían nuestros insaciables gobernantes a seguir consumiendo los escasos recursos de los ciudadanos. Con ello se les daría a los peruanos una esperanza de seguir repitiendo esta hazaña y si bien es mucho esperar el poder contar algún día con un Estado eficiente, equitativo y económico, al menos iríamos en el camino correcto para uno más pequeño; y cuanto más pequeño, mejor. Por otro lado, de perderse la batalla, se consolidaría la tradicional tendencia a la gula hasta la tumba de nuestro Estado. En ese caso sólo nos quedaría el exilio de la informalidad, que sería al final de cuentas la única manera de aspirar a lograr una absoluta libertad.